Fue reciente, y un poco tarde, cuando los
rostros dejaron de ser una tábula rasa en la cual dibujar finales felices. No he
abandonado del todo mi romanticismo pero sí lo he tamizado con los datos que
aporta la increíble realidad en su variedad de opciones. En otras palabras, se me
ha vuelto defectible aquello que Baudrillard decía que no lo era: “Lo indefectible es esta posibilidad de
esperarlo todo de alguien, a cada nuevo encuentro. Idealmente, todos somos
vírgenes y esperamos, en contra de toda lógica, encontrar un destino en
cualquier rostro" (Cool Memories). Para muestra un botón dice el
dicho. Bueno, más de uno digo yo. Pero más allá de esto, que después de todo es
algo que depende del botón y del ojal, me preocupa estar perdiendo esa
esperanza básica en el ser humano; básica para interesarse y vincularse con el
otro. Capaz que estoy leyendo demasiado los diarios o mirando lo mismo una y
otra vez en los informativos. Pero es que en las últimas dos semanas no hay con que
darle, casi que no me he cruzado con excepciones a la regla. A ver qué deparan las próximas.
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