domingo, 2 de junio de 2013

Mamushkas

Adentro de una mamushka, ahí nacimos. Crecimos en la primigenia, tan pequeña, donde las verdades familiares lo ocupan todo y el universo se abarca con facilidad. Martina nunca salió de allí y muy pronto tocó el mundo con las manos. No demoró un segundo más de lo estipulado y se vistió de blanco para dar el brazo a un padre satisfecho de verse espejado en ese joven acaudalado, aunque poco agraciado. Ese día Martina sintió que el aire inundó a la pequeña mamushka que se resquebrajó para dejarle más espacio de omnisciencia. Y creyó que estaba más cerca de alcanzar el universo que otrora dominaran sus mayores. La mamushka, sin embargo, permaneció intacta. El joven acaudalado mandó traer una muñeca aún más chiquita que aquella en la que Martina había crecido, y la nueva mamuskha cupo cómodamente dentro de la primigenia, a cuya imagen y semejanza pidió construir.

Claudia creció observando el brillo colorido de otras mamushkas, que le parecían más alegres y más deseables que la opaca muñeca que la rodeaba. Lo cierto es que ni Martina ni Claudia podían ver qué ocurría dentro de otras pequeñas mamushkas. Y así, desde muy pequeñas, aprendieron a envidiar lo desconocido. Claudia tampoco demoró un segundo más de lo estipulado en elegir a un joven prometedor para que le construyera una mamushka propia y bonita. Ese día se sintió liviana y por momentos creyó que la nueva y hermosa muñeca no era otra que ella misma.

Elena y Beatriz, al igual que Claudia y Martina, no demoraron ni un segundo más de lo estipulado. Huyeron con la ilusión de que este joven, o aquel, las sacara de la vida primigenia.

(To be continued...)






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