martes, 8 de octubre de 2013

Uno de esos días

Esperar sola a veces es tremendo porque caminás de un lado al otro dentro de tu propia cabeza y en pocos pasos te chocas con el parietal, das la vuelta y el espacio se te cierra en el frontal, y así la caminata resulta demasiado corta para aplacar la impaciencia. Entonces salgo en busca de los otros. Me trepo por el ojo derecho después de descartar la salida del conducto auditivo (que me da un poco de asco, la verdad) y atravieso el lagrimal empujada por una lagaña. Me limpio con el agua salada y me deslizo por la nariz mientras me invade el aire fresco del otoño. No veo bien porque la luz me encandila, pero escucho los pasos de los demás que cerca de mí caminan impacientes de un lado al otro dentro de sus cabezas.








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