martes, 16 de julio de 2013

Escatología urbana

Cuando veo alguien que camina por Barcelona, se detiene, saca una bolsita de plástico de algún bolsillo, mete la mano dentro a modo de guante y se agacha para juntar la caca recién depositada de su perro, veo más lejana mi fantasía de tener uno. Aunque como habitante de la ciudad, estoy agradecida. 

Lo que me resulta curioso es la convivencia entre este empeño por mantener la ciudad limpia de excrementos caninos y el poco cuidado que hay con la orina humana. Como si el meo de un hombre apestara menos o fuera más saludable que la caca del perro.

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